Gases de efecto invernadero

A menudo oímos hablar de los gases de efecto invernadero pero ¿sabemos qué son y cómo se miden?

Los gases que se indican en el Protocolo de Kyoto como máximos responsables del efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, los llamados gases de efecto invernadero (GEI), son:

  • el dióxido de carbono (CO2),
  • el metano (CH 4),
  • el óxido de nitrógeno (N2O),
  • los hidrofluorocarbonos (HFCs),
  • los perfluorocarbonos (PFCs),
  • el hexafluoruro de azufre (SF6)
  • y, desde la COP 18 celebrada en Doha a finales de 2012, el trifluoruro de nitrógeno (NF3).

Sin embargo, y bajo el argumento de que el CO2 es el GEI que influye en mayor medida al calentamiento del planeta, las emisiones de GEI se miden únicamente en función de este gas, lo que está empezando a cuestionarse desde entidades como Ecologistas en acción.

Otra razón por la que cuestionar ciertas estadísticas que a menudo podemos ver en los medios de comunicación proviene del hecho de que muchos estudios evitan medir los alcances indirectos. Los alcances definidos son los siguientes:

  1. Directos provenientes de combustión a través de calderas, vehículos, etc., de uso directo por la organización,
  2. Indirectos provenientes de la energía adquirida y consumida directamente por la organización, y
  3. Otros indirectos (p.ej: la extracción y producción de los materiales que adquiere la organización, los viajes de trabajo a través de medios externos, el transporte de materias primas, de combustibles y de productos -por ejemplo, actividades logísticas- realizados por terceros o la utilización de productos o servicios ofrecidos por otros).

Los indirectos vendrían a ser los generados por terceros pero en la práctica de nuestra actividad, sean a través del abastecimiento de energía (generada y distribuida por otros pero consumida por nosotros) o de otros servicios (incluida la manufactura de productos adquiridos) que consumen energía. No se pueden obviar estos últimos alcances, por no decir que pueden llegar a significar un porcentaje muy elevado de nuestro gasto energético (ergo, emisión de GEI). Podemos hacer un cálculo rápido observando todo el gasto que generamos en un día, de todo tipo. No es sencillo llegar a reducir demasiado nuestra huella cuando dependemos de terceros, ni siquiera escogiendo aquellos proveedores más ecológicos. Por eso siempre decimos que reducir es la primera regla que debemos aplicar.

Para todo lo que nos sea imposible reducir, escoger proveedores lo más ambientalmente responsables nos ayuda a reducir nuestra huella ecológica, y en eso tenemos que incluir necesariamente al menos un proveedor de conectividad y de servicios de internet. De hecho, no sólo reducimos nuestras emisiones sino que fomentamos y hacemos crecer el mercado social de iniciativas que ponen la sostenibilidad ambiental en un plano prioritario.

Aparte de eso, se habla a menudo de la compensación de carbono, es decir: la reducción de emisiones en un lugar para compensar las emisiones de otro sitio. Es un tema controvertido porque existe un mercado que mueve millones y que, de alguna manera, «hace el quiebro» a las regulaciones orientadas a reducir las emisiones, dado que fomenta que las corporaciones o estados mantengan el mismo ritmo de emisiones, ya insostenible, pudiendo comprar créditos de compensación a otras corporaciones/estados: no reduce las emisiones ni el problema, sino que lo desplaza de un lugar a otro.

Otra cosa es realizar acciones de pequeña escala y a nuestro alcance, como por ejemplo hacer plantaciones de árboles (autóctonos y en condiciones que permitan su desarrollo saludable y equilibrado con el entorno que los acoge), que absorben dióxido de carbono, o procurar el autoconsumo energético a través de placas solares.